domingo, 23 de enero de 2011

Demolición del Cine Teresa.

Les invitamos a ver esta nota del Noticiario Milenio acerca de los trabajos de intervención en el Cine Teresa, el emblamático inmueble obra original del Ing. Arq. Francisco Serrano.

Milenio.com Plazas

miércoles, 12 de enero de 2011

1985, la Experiencia que no Debe de Repetirse.



Con esta dramática imágen que constituye una cada vez una más familiar estampa de lo que día a día sufre el patrimonio Arquitectónico de la Colonia ROMA -debido a la irresponsable e irracional explotación del acuífero y la construcción de inmuebles con características de carga distintas a las edificaciones tipológicas de la ancestral colonia- dejamos aquí (enlace abajo) la entrega que Judith Amador Tello, periodista de proceso, hizo luego de nuestra pasada Rueda de Prensa, la Colonia ROMA a 25 años de los SISMOS.


1985, La Experiencia que no Debe de Repetirse. Proceso Número 1783, Enero 2011.

martes, 11 de enero de 2011

Plaza de la República, Metamorfosis sin fín.



Plaza de la República, Metamorfosis sin Fin.
Por Salvador De Maria y Campos Q.

Pese a que en Francia fuera publicado en los almanaques de Arquitectura bajo el título de Palais Législatif au Mexique, como muestra de una de las grandes obras de arquitectura pública de fines del XIX; la obra de Émile Bérnard -el brillante discípulo de Garnier, el autor de la Ópera de Paris-, jamás vió la luz y con él, la Plaza de la República quedó también condenada a la penumbra.

Por más de treinta años la Plaza de la República no fué más que una explanada sucia y abandonada donde el esqueleto de acero de gruesas vigas remachadas de la nave abovedada central -el domo- de lo que sería el Palacio Legislativo se levantaba como el vestigio impúdico, desnudo y abandonado; la resaca del régimen de Díaz; la promesa de lo que nunca fué.

Si acaso, con la llegada del Frontón México, algunas tardes y noches la Plaza revivía y los puestos nocturnos de tacos, sopes y quesadillas se atrevían y alegraban al desolado paisaje. La Plaza era un espacio público al cual se le prestaba poca atención y su extensión, su emplazamiento, su población y sobre todo, esa tétrica estructura de acero que se alzaba amenazante, desafiaba el pensamiento de  urbanistas y autoridades hasta que la indiferencia la abandonó a su propia suerte y terminó por volverse tierra de nadie.

Fué el Arq. Carlos Obregón Santacilia quien propuso aprovechar la mole de acero, vestirla con otra piel, ahora la piel del Nacionalismo y  desarrollar ahí el Monumento a la Revolución que desde la década de los treintas hasta finales del 2010 tuvo la cara que hasta entonces conocimos. En solemne ceremonia a las entrañas del monumento se trasladaron los restos de los héroes revolucionarios y fué hasta entonces que la estructura de acero tuvo un fin,  un destino y una vocación : la de mausoleo.

La suerte del elemento arquitectónico desde su fundación no ha sido otra que la del reciclaje y la reinvención de sí mismo. El Monumento a la Revolución pasó de ser grandilocuente proyecto de Palacio Legislativo a impúdico esqueleto de acero, a proyecto del Panteón de los Héroes, a Mausoleo y finalmente a Monumento. El Monumento a la Revolución bien pudo llamarse el Monumento a lo que nunca fué. Y la Plaza de la República, tan íntimamente ligada a la suerte del primero, podría llamársele también, la Plaza Interrumpida. Por los pasados 70 años, la Plaza había sido, de día, estacionamiento de autos oficiales y de la Procuraduría de Justicia y por la noche, tierra de los osados donde cada tanto un antro de mala muerte se atrevía.

En los pasados festejos Bicentenarios de Independencia y Centenarios de la Revolución, pareciera que la agenda arquitectónica estuvo dirigida al reciclaje de los monumentos que hace cien años, el Gobierno de Díaz alzara como manifestación plástica de la grandeza de la independiente nación. Los festejos de 2010 carecieron de propuestas arquitectónicas monumentales, salvo por el Arco Bicentenario, la obra escultórica que tendría por objeto conmemorar los 200 años de vida independiente y que se levantaría cercano a las puertas del Bosque de Chapultepec, no ha sido inagurado y pareciera que, como el Palacio Legislativo de Bérnard, tampoco verá la luz, pero en este caso, no debido a conflictos bélicos, no por falta de capital, sino por problemas técnicos y una deficiente gerencia de proyectos.

Las obras inconclusas generan sobre sí mismas la tensión a ser continuamente re-visitadas, valoradas y cuestionadas sobre su función, utilidad y vocación. En el marco de los festejos para conmemorar el bicentenario de la Independencia Nacional, el Monumento a la Revolución también fué objeto de un ejercicio de revaloración por parte de las autoridades del Gobierno Capitalino.

Los trabajos de intervención del Monumento, osados y vanguardistas, son sujeto y objeto de la crítica de los ciudadanos que, a la postre, son los propietarios de los espacios públicos : parques, plazas, jardines, bulevares y paseos y de sus monumentos y elementos urbanísticos y arquitectónicos. Empero, el dividendo lateral que consigo trajeron los trabajos de intervención del monumento fué una regeneración de la Plaza de la República que ahora como ave Fénix, resurge de entre sus propias cenizas : El entorno urbano luce ahora distinto, limpio, aseado, aireado, espacioso e iluminado. El paseo de acceso con sus palmeras gigantes y sus estelas de acero es un disfrute para los viandantes como lo es la misma explanada de proporciones colosales y la fuente que al filo de cada hora desarrolla un llamativo juego de agua.

La intervención del monumento a nivel de cimentación es un atractivo paseo para los interesados en arquitectura de principios del siglo XX ya que, ahora los cimientos del edificio  están a la vista como lo estuvieron entre 1900 y 1930, dejando ver las técnicas estructurales de los finales del XIX que entonces se aventuraban a las estructuras de acero con colosales vigas amarradas por un sinfín de remaches dispuestos como botones haciendo un complejo entramado que por esas épocas se  lo conocía como "cimentación Chicago" en honor a los rascacielos de acero que por esos años se levantaban en aquella Ciudad de la Unión Americana.

El desarrollo del Museo de la Revolución, -dejándo en manos de los expertos el tema de contenido y museografía- ha sido un acierto en materia de revitalización del espacio urbano y del uso público.

La intervención del Monumento trajo consigo una ampliación de la vocación del elemento que pasó de silente Mausoleo y Monumento a elocuente Museo y Mirador. Si bien el polémico elevador, la columna de cristal que se desarrolla al el centro de la bóveda, sigue siendo objeto de acaloradas discusiones, quizás en materia de arquitectura monumental no quepa la máxima del funcionalismo Form follows Function ya que, de por sí, un monumento no tiene otra función que la de conmemorar algún pasaje de la historia o victoria de un pueblo; sin embargo, dejando del lado los criterios plásticos que privaron en el desarrollo de la columna de vidrio que alberga al carro elevador; quizás la función del mismo sí sea cuestionable : siendo tan degradada la vista urbana que circunda al monumento y tan poca la elevación del mismo, ¿se justifica el desarrollo del mirador y por ende del nuevo y polémico elevador? Valdría la pena recordar que, el Monumento contaba ya con un elevador dispuesto en una de las columnas que tenía por objetivo transportarse a la cúpula de la bóveda mísmo que en última instancia, podría haber sido rehabilitado.

El Plan de Desarrollo Urbano vigente prevée para los predios con alineación sobre la Plaza de la República, una altura de 25 niveles, lo que equivale a 75 metros sobre el nivel de banqueta. Si tomamos en cuenta que, según el operador del ascensor del monumento anuncia a los visitantes durante el viaje de ascenso, la altura del mirador es de 57 metros... ¿qué será entonces del mirador cuando los edificios del perímetro rebasen la altura del monumento mismo? ¿cuál será la vista que tendrán los visitantes al mirador? ¿valdrá la pena subir a un mirador a ver las ventanas de los oficinistas? ¿Será entonces que, una vez que el monumento quedé deglutido por los eldificios colindantes que tendrá que volver a ser evaluado e intervenido? ¿cuál será entonces la escala de la Plaza, la que ahora se llama De la República con su flamante y remozado monumento?

La intervención al Monumento a la Revolución ha sido un acierto en materia de gestión del espacio público y de regeneración del entorno y tejido urbano. Un lúcido esfuerzo por la preservación del espacio para el uso y disfrute común que debe de prevalecer sobre el interés privado de los desarrolladores.  La Plaza de la República debe de contar con una normatividad específica en materia de desarrollo urbano similar a la que tiene la Plaza Mayor. Contrariamente a incentivar el desarrollo de nuevos complejos, sería muy deseable alentar la actividad de restauración arquitectónica de algunos de los inmuebles circundantes de la plaza y de la perifería próxima, en última instancia de la Colonia Tabacalera, que son buenos ejemplares de la arquitectura déco tardío,  funcionalista y racionalista de la década de los 30 y 40 respectivamente.